05 de marzo de 2014
Devocional
Lectura Bíblica
1 de Corintios 15:42-50.
Así también es la resurrección de los muertos. Se siembra en corrupción,
resucitará en incorrupción. Se siembra en deshonra, resucitará en gloria; se
siembra en debilidad, resucitará en poder. Se siembra cuerpo animal, resucitará
cuerpo espiritual. Hay cuerpo animal, y hay cuerpo espiritual. Así también está
escrito: Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente; el postrer Adán,
espíritu vivificante. Mas lo espiritual no es primero, sino lo animal; luego lo
espiritual. El primer hombre es de la tierra, terrenal; el segundo hombre, que
es el Señor, es del cielo. Cual el terrenal, tales también los terrenales; y
cual el celestial, tales también los celestiales. Y así como hemos traído la
imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial. Pero esto digo,
hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la
corrupción hereda la incorrupción.
Pan de Vida
La resurrección de
Jesús, nos dio, entre otras cosas, la posibilidad de vivir eternamente, pues Él
es la primicia de la resurrección de los muertos que vive eternamente. Grande
es este misterio, te invito a meditar en él. Fue necesario que Jesús tomara
cuerpo de hombre (Juan 1:14, 29) para poder sembrar todo pecado y corrupción y
resucitar en santidad e incorrupción, que sembrara lo carnal para que
resucitara lo espiritual. Así se hizo Espíritu vivificante para impartir Vida
eterna (Juan 10:10b).
Así mismo toda
persona que cree debe crucificar todo lo que sea de su carne (Gálatas 5:24), es
decir de su alma, y permitir que esto muera para poder ser convertido en una
persona espiritual; solo así podremos recibir el Espíritu vivificante, que es
Jesús, nadie que practique las obras de la carne, es decir que actué conforme a
su alma, podrá heredar el Reino de Dios (Gálatas 5:19-21), y mezclarnos con Él.
Al mezclarnos con Jesús, cuando nuestro espíritu recibe el Espíritu vivificante
que le imparte la Vida, nos hacemos uno con Cristo y esto nos llevará a que
nuestro cuerpo carnal cuando muera resucite en cuerpo espiritual, así estaremos
en gloria delante de Dios (1Corintios 15:52, 54; Filipenses 3:21)
Para Aprender
Resurrección
El término “resurrección”
[del sustantivo latino resurrectĭo, -ōnis; derivado del verbo resurgo
(resurrexi, resurrectum -3ª declinación): levantarse, alzarse, resurgir,
renacer] hace referencia a la acción de resucitar, de dar nuevo ser o nueva
vida. Sea considerada un mito, una idea o un hecho, la “resurrección”
constituye un símbolo de la trascendencia, que se relaciona en parte con la
creencia, ya presente en pueblos de la antigüedad, en la posibilidad de una “vida
después de la muerte”.
Pero la concepción
bíblica del término “resurrección”, que experimentó una evolución lenta a
través de la Biblia hebrea, de los libros griegos del Antiguo Testamento, y del
Nuevo Testamento, y que continúa presente en el Judaísmo, en el Cristianismo, y
en el Islam, no tiene punto de comparación con el ideario antiguo de
inmortalidad típico, por ejemplo, de la concepción griega. Entendida en las
Sagradas Escrituras primero como rescate del šeol, en algunos casos como
retorno a la vida anterior, y luego como continuidad en la vida eterna de toda
la persona humana, el vocablo “resurrección” termina por asumir con el
cristianismo su acepción por antonomasia: la resurrección de Jesucristo,
resultante de la experiencia de la Pascua, de la cual sigue por extensión la
resurrección de los hombres. Este punto, debatido desde las primeras
comunidades seguidoras de Jesús de Nazaret hasta nuestros días, es -sin dudas-
el centro y piedra angular de la fe cristiana, tal como lo expresó
taxativamente Pablo de Tarso a la comunidad griega de Corinto, renuente a creer
en la resurrección de los muertos: “Si Cristo no resucitó, vacía es nuestra
predicación, vacía es también nuestra fe” (I Corintios 15:14).